SI LOS TRABAJADORES NO PONEN EL REMEDIO, LOS DIPUTADOS SEGUIRÁN DESPILFARRANDO SEIS MILLONES DE PESOS AL AÑO EN AUTOMÓVILES, EN GASOLINA, EN COÑAC, EN PROSTITUTAS Y EN TIROS DISPARADOS AL AIRE.*

SI LOS TRABAJADORES NO PONEN EL REMEDIO, LOS DIPUTADOS SEGUIRÁN DESPILFARRANDO SEIS MILLONES DE PESOS AL AÑO EN AUTOMÓVILES, EN GASOLINA, EN COÑAC, EN PROSTITUTAS Y EN TIROS DISPARADOS AL AIRE.*

David Alfaro Siqueiros


Si los hombres trabajadores de México quieren recibir de sus representantes en el Congreso de la Unión ventajas evidentes para sus pueblos y regiones (hasta donde pueda ser orgánicamente posible dentro del orden burgués actual, que transforma o interpreta a su modo y provecho las mejores leyes y envenena la conciencia de los hombres más inmaculados), deben tener cuidado al elegirlos, ya que hoy por hoy es entre ellos donde se encuentra el mayor número de ladrones del fisco, de inútiles escandalosos y de sordomudos por incapacidad. Si los trabajadores de México no quieren seguir viendo que sus anhelos de mejoramiento se los lleva el aire, ni que los seis millones y medio de pesos anuales que sudan para que el estado mantenga el Poder Legislativo, se sigan despilfarrando en automóviles, en gasolina, en coñac, en prostitutas y en tiros disparados al aire, no deben por ningún motivo dar su voto por nadie que no sea exacta y precisamente un trabajador, y un trabajador identificado profundamente con su región, desoyendo las peroratas teatrales de esa turba de pseudo-intelectuales que socarronamente se han incrustado dentro de las organizaciones obreras y en los partidos políticos militantes, y a los que nosotros señalamos ante el proletariado de México como a verdaderos espías de la burguesía.

Con excepción de la época porfiriana cuya dictadura exigió, naturalmente, diputados burriciegos, exentos de toda agresividad, en los 103 años que México tiene de vida independiente, los "padres de la patria" han sido, en un 90% reclutados por los partidos políticos de todos los colores entre los bravucones de plazuela, en las cantinas, entre los jugadores de dominó y de billar, o bien entre los "ratitos" semi-intelectuales, parlanchines y vividores de los pueblos. Un 5% entre los intelectuales consagrados (particularmente poetas latinoamericanistas tan ramplones como inútiles, y abogados eminentes, populares como cupletistas, defensores de causas cine-melodramáticas), por mención honorífica y para gloria de sus pueblos natales; y el 5% restante, hombres de buenas intenciones, pero que hundidos fatalmente por el medio ambiente permanecieron y permanecen todo su periodo con los ojos y las orejas llenos de lodo. Durante más de un siglo han sido precisamente los parásitos más innobles de la sociedad burguesa, los encargados de defender los intereses del pueblo en las cámaras de diputados: los "hijos descarriados"  de los ricachones, los hijos consentidos y envilecidos de los pequeños burgueses, los bohemios y los estudiantes "destripados"; en una palabra, los vagos de profesión de las ciudades materiales y espirituales de los mismos, y que no conocen de ellos, profundamente, más que los barrios de parranda crapulosa. ¡Y es en tales hombres, la materia más modulable para los planes de los ricos, en los que hace un siglo el pueblo deposita esperanzas de redención!

En México siempre se han regalado curules por compadrazgo, como premio a crímeness políticos o bien para "quitarse el alacrán del seno". Las credenciales de diputados (como todas las que debieran ser en los gobiernos democráticos de elección popular) se arreglan en comandita, al calor de las cantinas y de los comelitones. En la época de dominación de Porfirio Díaz, las curules se regalaban en forma de jubilaciones perpetuas y con el mayor descaro, sin que tal hecho asombrara a nadie; hoy entrañan arreglos turbios que esconden verdaderas confabulaciones para robar el erario; y nuestros ya nombrados y audaces espadachines se disputan a sangre y fuego los mil pesos mensuales, que significan y que son motivos de odios y crímenes (si se pudiera hacer una estadística de los asesinatos cometidos por tales causas, su número sería espantoso), y a tales proezas se debe que los que llegan a conquistar curules con tanto heroísmo y bravura se sientan dueños de ellas por toda la vida, fundándose en la ley de sus pistolas con coñac.

Todas las organizaciones obreras y campesinas de la república deben trabajar unánimemente, y particularmente en sus propios distritos, sin descanso y sobre todos los obstáculos, para que la próxima legislatura quede constituida por hombres de trabajo, genuinos representantes del proletariado de México, expulsando para siempre de la cámara popular a los zánganos que sin clase ni oficio constituyen una "profesión" numerosa y excepcional: el político de oficio, hijo adoptivo de los ricos.

Los obreros y campesinos deben abrir los ojos para no dejarse engañar por los falsos "hijos pródigos" de sus pueblos, que lo único que quieren al volver a ellos, y por lo único que ellos se han acordado, es poder pescar los mil pesos mensuales y poder continuar holgadamente su vida de zánganos. Deben desconfiar de los líderes arribistas, fifís próximo-pasados que con un cúmulo enorme de intelectualidad retórica alegan tener profunda solidaridad con el proletariado, y que en realidad no son sino espías evidentes de la burguesía, o bien simples audaces ansiosos de medro personal.

Pasando sobre la estupidez de la ley que establece la posibilidad de ser diputado con el único requisito de seis meses de vecindad (ley que protege y ampara lógicamente las malas intenciones de los oportunistas y los planes de los vividores), los trabajadores organizados de toda la república deben en cada uno de sus distritos seleccionar rigurosamente, y elegir por votación entre sus compañeros de trabajo (trabajadores legítimos, no burgueses solidarios de los trabajadores), a los más inteligentes, a los más conocedores del trabajo y de las industrias locales, a los experimentados en las necesidades técnicas de la región que no hayan emigrado, sino que  allí hayan vivido cuando menos cinco años antes de la elección, para que puedan estar moral y materialmente unidos a la tierra y a los trabajadores que van a representar.

Los trabajadores organizados deben formar e imponer enérgicamente al partido político a que pertenezcan, planillas de representantes genuinos de su región, y rechazar por la fuerza, si es preciso, la imposición por parte de esos mismos partidos de candidatos extraños.

Es ya tiempo de que los campesinos y obreros de México comprendamos que para conseguir el fin que perseguimos, el derrumbamiento del capital, la lucha política del proletariado en masa, tiene importancia fundamental. Como medida inteligente de táctica debemos valernos y aprovechar, atrapando por aplastante mayoría numérica y por sorpresa audaz, las ventajas democráticas que hace años simula y proclama prestarnos la burguesía, aunque en realidad lo que hace es capoteárnoslas y darnos atole con el dedo. Imitemos  el ejemplo del proletariado europeo que últimamente ha obtenido victorias definitivas, tan sorprendentes como las de Inglaterra, Francia y Alemania.




*Publicado en El Machete, núm. 6, primera quincena de junio, 1924. 



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