Mis primeras palabras fueron: paneo, trance, no me deja pensar, se me metió en la cabeza, hay un clavo en la pared, son falanges, me deja pensar con agua.
Al principio cuando empecé a escribir, sentía una fuerte impotencia para recordar cuales imágenes me habían atrapado así, y luego recordé que fue el sonido el que lo logró. Aunque saber que era, no hacia más fácil la tarea de presentarlo de nuevo. Y por esta vez creo que tengo que evitar palabras como es, era, fue, porque las certezas no son bienvenidas en el terreno de lo sensorial; pero sea lo que sea que escriba va a permitir que otros lo comprendan como yo, pues es desde acá que empieza a tener narrativa, que se empieza a enfocar en un sentido.
Estoy cruzada de brazos y de piernas intentando juntar palabras, que articuladas retraten el paso de amarillo de esa ventana, a lo que identifique luego como falanges, pero más importante es intentar decir de que se trató esa transición que poco recuerdo, había un sonido digital, mecánico, salido de controles de computadores, que me pasaba de un oído a otro atravesándome la cabeza, impidiéndome escribir y pensar, similar a un llamado de silbato que no se puede desobedecer, no importaba como intentara alejarme, pues así volteara la cabeza o cerrara los ojos seguía el sonido ahí adentro, manejándome a su antojo. mientras tanto la imagen se adentraba en si misma, convirtiendo lo micro en macro, el objeto en fondo, la luz en color; y así mantuvo su ritmo más controlador, y más indeterminado, hasta que llego una imagen de olas a apaciguarlo, deshaciéndolo todo.
Johana Arias
Bogotá 2013
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