Sin
carnaval no hay lucha
Gabriel
Berber
El
sol empezaba a cubrir poco a poco las amplias áreas verdes que
caracterizan a la Universidad Nacional de Colombia, el reflejo
lumínico proyectado en los murales bajos y en las altas paredes
blancas de sus edificios académicos proyectaban un contraste de
sombras que cubrían, como si fuesen voces murmurando, el sonido del
andar estudiantil de aquel miércoles. La cita era a las diez de la
mañana en la plaza Che,
lugar emblemático de reunión para los acontecimientos de la Nacho
como
mejor se le conoce a la universidad; la Mesa Amplia Nacional
Estudiantil (MANE) había convocado a un cese de actividades
académicas en torno a las actividades del Paro Nacional Educativo y
a las jornadas de movilización y ocupación pacífica del Instituto
Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior
(ICETEX), institución colombiana encargada de otorgar créditos
educativos que tras su mal administración e irregularidades
financieras han hecho que hoy en día el panorama de muchos
estudiantes y familiares sea el de un fuerte endeudamiento debido a
los excesivos intereses que superan hasta del doble del crédito que
solicitaron en principio para su educación. Tal endeudamiento estima
una cantidad, según la MANE, de 11.6 billones de pesos colombianos,
los cuales son hoy el punto de reclamo por el cual se marcha sin
importar el clima lluvioso que presenta el horizonte nacional
contemporáneo.
Como
suele suceder en un día de paro de labores el ritmo de la
universidad transcurre a paso lento y sereno, el canto de los pájaros
se hace sonar a la par del eco de una reverberación enganchada a un
viejo amplificador que busca ser modulado. Los pequeños comercios ,
fuentes de alimentación y cultura cinematográfica de gran parte de
la población universitaria, no cesaron sus labores ni un momento, el
estruendo de las licuadoras, los bips
de los microondas, el pregón de los famosos "minutos",
pero sobre todo el olor a leña quemada que expira uno de ellos,
viajaba como la memoria familiar de los pueblos campesinos
colombianos y sus típicos alimentos al vapor como el arroz, la papa
y la yuca, pueblos que hoy mas que nunca luchan por su soberanía
representada en las semillas engendradas de su tierra. Tal traslación
espacial me hizo comprender que el suelo que pisan mis botas, es un
suelo urbano anclado en su campo olvidado.
De
la misma forma en que la leña poco a poco empieza a avivar su rojiza
incandescencia, del mismo modo la música de los amplificadores, ya
pobremente modulados, empezaron a retumbar. Endebles artefactos
utilizados para reunir y convocar al estudiantado presente e informar
la situación por la cual se presentaban ese día a movilizarse, los
amplificadores, aquellos "parlantes" de gran magnitud tenia
en su función una tarea igual de importante, y era la de vivificar
la candela del ritmo y entusiasmo de la marcha a efectuarse, marcha
que hace del espacio un espacio de comunidad, un espacio que aparece
con voz de reclamo.
Simultáneamente
a la voz de Richie Ray, Hector Lavoe y Cesar Mora los cuerpos se
empezaron a reunir y a desnudar, acto que mas allá de ser metafórico
o simbólico fue real y literal, pues para ese día la movilización
convocaba a un encuentro de cuerpos desnudos y despojados, despojados
por la desvalorización de la educación pública y gratuita por
parte del Estado y sus amplias proyecciones privatización. La
visibilidad que se pretendió a través del despojo de la vestimenta
y la exposición de la piel desnuda ante el clima lluvioso de aquella
mañana y tarde contrasto en definitiva con el carácter carnavalesco
que revistió a la comunidad andante. Tambores, gaitas, trompetas,
antifaces, pintura, banderillas, mascaras, capuchas, cantos, gritos,
sonrisas, juegos, saltos y mucha unión son los elementos que
conformaban el andar lúdico por las calles rumbo al centro de la
ciudad. Sin duda alguna el carácter de dislocación que tiene el
carnaval, se asemeja al carácter del espacio público como espacio
de aparición, el lapsus de dislocación temporal da paso a un acto
de transgresión de la normatividad que el espacio privado supone,
generando en consecuencia una confrontación desde la acción y la
voz hecha música, música hecha representación y memoria.
Hoy
por hoy la aparición de esos espacios de reclamo y lucha se tiñen
de una amplia gama de representación estética, donde la
manifestación cultural popular se implementa como mecanismos a
retomar como estrategias de exaltación de aquel sentimiento de lo
justo y de lo propio, sentimiento que aparece excitado en ese momento
de dislocación, en ese espacio de lo publico y del reclamo. Es el
sentimiento hecho voz y baile.
Bogotá, Noviembre 2013.
*
Todas las fotografías fueron tomadas por Gabriel Berber el 16 de
Octubre de 2013 en Bogotá, Colombia y pueden ser utilizadas y
manipuladas libremente siempre y cuando se respete y señale la
fuente y autoría original de las mismas.
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