A
PRIORI
Gabriel Berber
¿De
donde venimos? ¿a donde vamos?
Este
es el doble problema cuya resolución buscan
sin
descanso los individuos y las sociedades,
descubierto
un extremo se fija el otro,
el
germen de ayer encierra las flores de mañana:
Ignacio
Ramirez
Discurso
por la independencia, 1861.
Decía
el Viejo Antonio que la libertad tenía qué ver también
con
el oído, la palabra y la mirada. Que la libertad era que no
tuviéramos
miedo a la mirada y a la palabra del otro, del diferente.
Pero
también que no tuviéramos miedo de ser mirados y escuchados
por
los otros. Y luego agregó que el miedo se podía oler, y que abajo
y
arriba ese miedo despedía un olor diferente. Dijo además que la
libertad
no estaba en un lugar, sino que había que hacerla, construirla
en
colectivo. Que, sobre todo, no se podía hacer sobre el miedo del
otro
que, aunque diferente, es como nosotros.
SubComandante
Insurgentes Marcos
El
espacio "vacío" entre una acción y otra. Entre dos
mitades
en
el centro de una unidad en movimiento. Introducir una noción
de
tiempo en un objeto que se desplaza genera un vacío
-[un
espacio] específico dentro de la unidad del objeto.
Con
el movimiento de una cosa algo se pierde. Ubicación
anterior
y ubicación posterior, el espacio entre las dos.
Gabriel
Orozco
Éxodo
Como
hablar de Latinoamérica sin recurrir a un acto de desplazamiento, de
traslación, es decir, de un ir de cierta zona a otra, un ir de tal
lugar a otro lugar que es en esencia semejante, distinto, contrario o
mas. Regresar y partir nuevamente, todo sin descanso y sin rumbo. El
movimiento, el recorrido es inevitable, necesario y obligatorio sobre
todo cuando uno quiere de alguna manera sensata y honesta hablar de
algo tan extenso, tan abarcador, tan contradictorio, tan
irreconocible y paradójico como lo es Latinoamérica.
Recorrer
cada punto geográfico, cada horizonte cada sendero; recorrer un
norte y un sur, partir del sur para ir hacia el norte o viceversa, ir
del Atlántico al Pacífico, de arriba hacia abajo y todo lo
contrario; recorrer ríos, lagos y mares; desiertos, trópicos,
mesetas, páramos, selvas, cordilleras y mas, mucho mas. Partir no
sólo de lo geográfico sino también de lo histórico y social
teniendo siempre como brújula la memoria, una memoria a veces
presente, a veces oculta, permanentemente dispersa, y muchas veces
atrapada y saqueada. Una brújula que en principio se caracteriza por
estar descompuesta, pues esta brújula apunta hacia el sur y no hacia
el norte como todas. Una brújula que mas de una vez desorienta,
confunde y pierde. En Latinoamérica se dice que quien pertenece a
ella comúnmente se orienta mirando a la tierra y no a las estrellas
como muchos otros. Se observa hacia abajo, se mira el terreno por el
cual se pisa y por el cual se cree que de ahí venimos, pues de ella
es el origen de un pueblo hecho de tierra y lodo. Esa tierra que es
hembra y es madre, tierra de la cual venimos y en la cual iremos,
permaneciendo siempre allí en el origen anclados y sujetos.
Desplazarse
en tal terreno que es tiempo, espacio y memoria a la vez requiere de
un reconocimiento de lo propio y colectivo es decir de lo común. Tal
reconocimiento es sin embargo paradójicamente un reconocimiento que
esta anclado en la carencia de un origen identificado como común,
esta circunstancia llega a hacer de la acción de desplazamiento una
acción dispersa, desorientada y en gran medida esquizofrénica. Para
hablar de Latinoamérica habría que identificar de principio lo que
es esta, lo que abarca y lo que aglomera. En su contrario tal vez
se
tendría que saber lo que se excluye, lo que desconoce y muchas veces
ahuyenta. Ahí en esa identificación es que uno se tropieza con un
mar de contradicciones y problemas al tamaño del continente mismo.
Tal ambivalencia a pesar de los errores y falsos caminos no ha
detenido un recorrido en búsqueda de identificar eso que le
pertenece a lo latinoamericano, aquello que es su identidad. A paso
lento, forzado y torpe se ha caminado por este camino, por lo largo
de los años y siglos; sus actores y caminantes por supuesto han sido
muchos, sus retractores otros mas. Los tiempos de igual manera han
variado en continuidad y dispersión, ya que algunos se han
estancado, otros perdido y unos tantos cansado demorando el andar.
Por otra parte la memoria ha resistido, fuerte y firme, se ha
acumulado a pesar de sus miles de hoyos y templanzas, pues esta se
agarra fuertemente en el labrar y labrar de los senderos de las
muchas historias latinoamericanas.
Ahora
bien, creo que es preciso hablar de la problemática que suscribe lo
latinoamericano como identidad antes de abordar sus manifestaciones
culturales y sociales ya delimitadas por la modernidad como
categorías de conocimiento antropocéntrico, pues precisamente esas
manifestaciones tendrán en sus planteamientos la búsqueda de un
reconocimiento de lo propio y de lo ajeno. Y aquí me refiero
específicamente al tema en consideración que es el de las Artes
Latinoamericanas y su estudio en la historia.*
Puedo
decir que en mi proceso muy particular y personal, de desplazamiento
e indagación constante por aquello que pertenece a lo
latinoamericano ha sido muy corto, distante, torpe y desconocido. A
pesar de pertenecer a una supuesta localidad que le es a lo
latinoamericano, tal encuentro con una identidad integra y enredada
ha caído mas en lo cultural. lo literario, lo ideológico y muchas
veces mas en lo imaginario. Si bien es cierto son mas los
desconocimientos, los comentarios y los supuestos con los que cuento,
las vivencias y experiencias hechas memoria que posibiliten un
acercamiento mas reflexivo, sensato y propio de lo que pudiera ser lo
latinoamericano han brillado por su ausencia. Esta circunstancia sin
embargo no me imposibilita hablar de mis pocos pasos, aunque torpes y
tardados, de lo que he recorrido en esa búsqueda, una búsqueda tal
vez, como he dicho, mas literaria y teórica que empírica y
experiencial. Por ello lamentablemente mis palabras partirán y
deambularán desde tal terreno, que no menos problemático lleva
consigo indudablemente muchos vacíos por cubrir.
La
búsqueda
La
búsqueda de una identidad latinoamericana es la búsqueda de
discernir un concepto el cual es en esencia categorizante y
globalizador. Sin embargo, es claro que dentro de este concepto
existen una infinidad de circunstancias y elementos transversales y
discontinuos caracterizados por su diversidad y pluralidad que hacen
de el algo dilatado y nada estable. La retórica frente a este tema
es larga y problemática al no superar hoy en día los estigmas de la
exclusión y dominio hegemónico pues son precisamente esos estigmas
que sustentan tal retórica. El concepto de lo latinoamericano supera
no solamente lo geográfico sino que se dilata en lo cultural, lo
histórico, lo económico, lo social, lo racial y mas. Tal
dilatación no escapa de la exclusión y lo marginal al ser esta
concebida desde un proyecto de modernidad totalizador. Como señala
Gerardo Mosquera:
Los
países Latinoamericanos les cuesta trabajo reconocerse como
multinacionales, porque las burguesías criollas que los forjaron
construyeron los proyectos de nación mediante relatos de identidad
totalizadores, que disfrazaron la diversidad étnica y la marginación
social de grandes grupos. (1)
Es
precisamente en los proyectos nación influenciados en gran medida
por las ideologías europeas que el concepto de latinoamérica será
operante en el discurso permanente de la política económica y
cultural de los siglos posteriores al siglo XIX. Dicha operatividad
vislumbrará poco a poco sus características de exclusión frente a
una otredad
que en principio será un otro dominado, esclavizado y deshumanizado.
Las dinámicas frente a la otredad
se estimularan activamente en un ámbito de lo imaginario y
simbólico, dichos ámbitos paralelos a los proyectos de modernidad
serán asimilados y naturalizados por las sociedades dominantes y
dominadas en sus vínculos relacionales mas sencillos y complejos
haciendo de tal proyecto una biopolítica de colonización.
El
conjunto de relaciones que surgen del juego entre la imagen de un
territorio de promisión acaecido como territorio de explotación y
la imagen de territorios de violencia por su condición lejana,
ignorada e incontrolada, son dos imágenes focales que están en la
base de los discursos que las configuran como regiones análogas, y
a partir de los cuales se articula el proyecto nacional. Estas dos
imágenes constituyen al tiempo el eje de su producción como
realidades marcadas por la alteridad. Muestran en su (tras)escena
este conjunto de imágenes en las que se reproduce la retórica
colonial que ve estas tierras de nadie sumidas en las tinieblas
primitivas del salvajismo y la barbarie(2) con el objetivo claro de
implementar los discursos y proyectos de civilización, progreso y
mas tarde del llamado desarrollo.
Es
en el caso de la producción simbólica como forma política que esta
estará delimitada a partir de su vigilancia y control por las
instituciones de legitimación del proyecto moderno de nación. Es
así como lo constituido como arte en tanto aspecto de validez de lo
estético aglutinará una serie de producciones simbólicas que
corresponderán a las demandas del discurso occidental dominante.
Esta circunstancia excluirá de su espacio un sin número de
manifestaciones estéticas y simbólicas enraizadas en las dinámicas
sociales de culturas diversas y plurales étnicas discriminadas
racialmente como principio de una economía política hegemónica.
(3) Tal dominio de subjetivación no es nada simple
y sencillo pues este constituirá un eje principal y esencial como
modelo único que gobernará a todas las demás, legitimando un único
orden regulador del mundo y de la vida. El sistema de control que
hizo posible el montaje del proceso colonial se ha visto legitimado a
través de la imposición de un "orden de las cosas". que
se fundamenta en una visión particular de la naturaleza y de la
sociedad. Ese orden de las cosas se ha transformado en hegemónico,
en el sentido de Antonio Gramnsci. Es decir que su legitimidad no
depende únicamente de representar los intereses de los grupos
dominantes, sino - sobre todo- del hecho de configurar la "realidad
normal", lo natural y el sentido común. (4)
Existen
dos momentos permeables dentro de la historia de la colonialidad que
marca una perspectiva de lo que vendrá constituyéndose como el
derrotero de la modernidad y mas claramente los proyectos
geopolíticos e ideológicos característicos de lo latinoamericano.
Un primer momento será las épocas independentistas que
constituirán, como he señalado, los proyectos nación de los
diversos puntos geográficos del continente Americano. Un segundo
momento será la transición económica y política a los modelos
neoliberales y capitalistas imperantes a mitad del siglo XX y
principios del XXI. Antes de esos momentos se carece de una intención
de aglutinar una política y geografía específica en algo llamado
Latinoamérica pues no será hasta la época independentista que se
empezara a formar esa idea discursiva de nación Americana en una
lucha común y semejante que fue la lucha por la independencia de
las coronas europeas. Es claro que dicha lucha no fue igual y se
llevo acabo de diversas formas, tiempos y circunstancias en su
mayoría no condensadas ni en común acuerdo todas las sociedades
pertenecientes a un estado o gobierno. También los actores de tales
luchas fueron diversos y recayeron los intereses mas en un sector de
clase específico como en su mayoría las clases mestizas y criollas,
siendo los indígenas y negros aún un sector étnico y racial en
continua explotación y sumisión.
La
independencia fue a grandes rasgos un proceso de transacción de la
administración del poder cuya base continuo siendo colonial y
hegemónica, los proyectos de nación recayeron constantemente en una
lucha entre la ideología monárquica conservadora y la reformadora
liberal, ambas con clara influencia ideológica europea y por lo
tanto excluyente de los pueblos originarios del continente como los
indígenas y otros muchos esclavizados como los africanos. Es en esa
lucha de poder y construcción del proyecto nación de las sociedades
independentista que se empieza a vislumbrar las demarcaciones
geopolíticas de lo que se llamará en principio America y
posteriormente Latinoamérica. Es de tal caso que esta categorización
corresponderá explícitamente a un proyecto nación geopolítico en
construcción constante.
Por
lo tanto y ante este enfoque ¿lo latinoamericano acabaría siendo
una construcción de los proyectos políticos de carácter ideológico
meramente europeos y mas recientemente norteamericanos? si es así
¿estaríamos hablando de lo latinoamericano como una concepción
ideológica y política de perspectiva hegemónica y por ende
colonizante? es decir, la identidad recaería en una suplantación,
en una imposición ideológica y dominante. Entonces la identidad de
lo latinoamericano acabaría siendo una suplantación colonial dentro
del proyecto logo y antropocéntrico constituido como
modernidad.En tal sentido el origen como identidad es sobre todo una
carencia del mismo.
Ahora
bien si decimos que lo latinoamericano es una búsqueda y un
horizonte de un proyecto nación con características hegemónicas y
coloniales, que es sobre todo un proceso, una construcción constante
devenida y alimentada precisamente por esos proyectos políticos e
ideológicos en insistente confrontación y cambio, se podría
entonces decir que lo latinoamericano inmerso y nacido en este ámbito
acaba siendo algo inacabado, amorfo y cambiante, característica que
prevalecerá hasta nuestros días. La búsqueda de lo latinoamericano
ha sido en muchos circunstancias no una consecuencia sino un
detonador ideológico para alimentar los mismos conflictos políticos
de un proyecto abarcador y homogeneizante. La pregunta que nos
deberíamos hacer frente a este panorama es el de saber que tipo de
identidad que es colonial se puede pensar desde un proyecto
hegemónico que nos ha aglomerado en algo llamado latinoamérica.
Pues primero y antes de categorizar y sobre todo de nombrar a través
de un concepto a un sector geográfico y político determinado se
debe plantear la problematización y desarticulación del
a priori
de la categorización, y esto claramente para superar la
performatividad
de la enunciación al ser esta acto de dominación que ha
caracterizado a la modernidad occidental y por la cual han
prevalecido las estructuras y sistemas hegemónicos de sumisión
político, cultural, económico y sobre todo epistemológico. Tal
desarticulación sin embargo no debe dejar de lado eso que lo
mantiene sujeto o articulado, de tal forma que la desarticulación
debe operar desde un adentro y para adentro. Donde una posible
producción simbólica y estética se libere por completo de los
regímenes de la universalidad y el totalitarismo de la modernidad y
mas contemporáneamente del capital.
*Este ensayo se realizo entorno al Seminario de historia de Arte Latinoamericano efectuado en el año 2013 en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá.
1. Mosquera Gerardo, Presentación en Ante América, 1992.
2. Serje Margarita, El revés de la nación. Territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie, Ed. Uniandes, Colombia, 2011, p.19.
3. Ver Ramón Grosfoguel en La colonialidad del poder y del saber. http://www.youtube.com/watch?v=QUH91TiiFlE
4. Serje Margarita, El revés de la nación. Territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie, Ed. Uniandes, Colombia, 2011, p. 27.
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