Gabriel
Berber
Quisiera
empezar a plantear una reflexión sobre la imagen recordando una
escena que me sirve como detonante para desatar una serie de
preguntas entorno a nuestra disposición con las imágenes de
violencia y dolor.
Recordemos
aquella escena de la película El
quinto elemento en
que Leelou, la personificación antropomorfa del quinto elemento y
representada por la actriz Mila Jojovich, se da a la tarea de conocer
el mundo de los hombres y su historia por medio sus imágenes puestas
y concentradas en un ordenador tal y como lo conocemos actualmente.
Leelou, por su no conocida constitución y veloz capacidad de
apre(he)nder,
mira a una velocidad extrema "toda" la historia visual de
la humanidad la cual se encuentra ordenada y catalogada
alfabéticamente. Podemos observar como la inmutabilidad y estática
motriz del cuerpo de Leelou permanece a una distancia muy corta de la
pantalla del ordenador cuyo parpadeo constante vomita un sin numero
de imágenes inmateriales y silenciosas. El rostro reposado del
cuerpo que sólo mira es bombardeado por múltiples flashazos
de luz intermitente que rebotan en las vidriosas retinas dilatadas de
la mirada perdida de Leelou.
La
pregunta que me planteo ante esta imagen cinematográfica es la
siguiente: ¿Esta escena ha llegado a ser en la contemporaneidad el
claro ejemplo y representación de nuestra relación y disposición
mas común con las imágenes? y si es así ¿que tipo de
problemáticas nos enfrentamos al prevalecer como cuerpos en puro
reposo que fungen pasivamente una función de puros sujetos que
miran?
Una
de las primeras problemáticas que aparecen ante estas preguntas es
sobre la memoria y el reconocimiento, ya que ante la inmensidad de
imágenes a las que somos sujetos a diario, como dirá Susan Sontag:
“...el
problema no es que la gente recuerde por medio de las imágenes*,
sino que sólo recuerde las imágenes.“(1)
La
velocidad con la que se nos disponen y nos disponemos a ellas crean
una debilidad y falla en la capacidad, en primer momento, de
identificar a la imagen como un acontecimiento del cual se deriva
esta y posteriormente del de recordar estas imágenes como
acontecimientos determinados y contextualizados en un momento de la
historia específico. Como señala Sontag:
"En
una era de sobrecarga informativa, la fotografía ofrece un modo
expedito de comprender algo y un medio compacto de memorizarlo"
(2)
Es
así como la persistencia en la memoria de los sujetos al enfrentarse
al gran cúmulo de imágenes distribuidas tiene su debilidad en lo
temporal, este hecho hace de igual manera una objetivación total de
la imagen perdiendo la particularidad de los eventos fotografiados.
Esto lo podemos ver recientemente con la colosal cantidad de imágenes
producidas y distribuidas en medios electrónicos en torno a los
movimientos sociales sucedidos los últimos años en algunos países
árabes septentrionales. La distancia entre las imágenes de la plaza
Tahrir en Egipto a las imágenes recientes de la plaza Taksim en
Turquia hacen un efecto de flashback que objetivan y adormecen
las particularidades de cada evento.
Las distancias de los eventos así como la distancia entre la imagen y nosotros llega a ser tan estrecha que la distinción, información y análisis de la imagen escapa de tal manera que fungimos una función de cuerpo que recibe pura luminiscencia del ordenador. Nuestra pasividad y reposo motriz y analítico pasan a ser las circunstancias mas contemporáneas y globales de dominio y entorpecimiento social. Corremos el riesgo de pasar del goce del espectáculo a la placidez del mutismo.
Pero
la placidez no sólo se encuentra en la motricidad de los cuerpos
sino también en la emotividad y sensibilidad de ellos mismos. La
aberración emotiva que se padece entorno a la masificación y
estetización de las imágenes de violencia y horror han generado una
ambigüedad en la forma de proceder con ellas. Como sabemos las
imágenes fotográficas de violencia y dolor, a lo largo de su
historia, han sido sujetas y valorizadas como objetos de consumo y
comercialización. La empresa que implica la imagen comprende todo un
complejo sistema de fabricación que va desde su concepción,
financiamiento, acontecimiento, producción, post-producción y
distribución hasta llegar a su especulación. La complejidad que
supone todo este sistema ha llevado a cambiar los roles de la imagen
de violencia. Hoy en día podemos ver que la imagen llega a fungir
como detonador del acontecimiento mismo y se vuelve parte de el, ya
que hay individuos que son degollados, violados y golpeados a muerte
con la finalidad de ser grabados, como lo señala la filósofa
italiana Michela Marzano, estamos ante una inversión completa de la
función que se tenia de la imagen como información. Hay por lo
tanto una clara unión entre producción y destrucción.(3)
El
consumo de estas imágenes se ha insertado, a través de su
estetización, en circuitos empresariales y sociales que van desde
las editoriales, medios de comunicación, museos y galerías, hasta
ONGs y empresas publicitarias que pueden llegar a servir al Estado
mismo. La ambigüedad del proceder emotivamente con estas imágenes
se vuelve un fenómeno que va de la esquizofrenia a lo absurdo. Un
claro ejemplo de esta ambigüedad y aberración la podemos ver en el
famoso "like" que las redes sociales y algunos espacios
virtuales de la web proporcionan. Hay en esta placidez motriz ante la
imagen pequeños lapsus y parpadeos de motricidad que nos hacen
levantar el indice y clickear
un
"like", un "me gusta" para esta, estas, aquella y
aquellas imágenes.
¿Que
ambigüedad e implicaciones lingüísticas y sígnicas se dan en un
"me gusta" a una y muchas imágenes de violencia y dolor?
No lo llego a comprender del todo bien y mucho menos llego a
vislumbrar a donde nos llevará esta aberración sígnica. Lo que si
se es que detrás de este lapsus motriz se encuentra una serie de
procedencias de constitución éticas y estéticas que conforman
nuestra relación con los demás y esta relación esta claramente
construida e inmersa en el mundo neoliberal y capitalista en el cual
nos encontramos. La ambigüedad y distorsión del "like" a
imágenes de violencia y dolor, aparte de generar una naturalización,
generan una aberración de lenguaje y juicio, esto mas allá de
alejarnos inmensamente de lo problemático del acontecimiento
fotografiado, hace de la imagen un fetiche necesario para
relacionarnos con los otros en nuestra constitución virtual de
personalidad. La empatía moral y emocional que presuponen los
"likes" en las redes sociales caen en la apolitización
ante los acontecimientos, por mucho que veamos la proliferación de
imágenes en las redes y su virtual empatía con ellas por medio de
“likes” y uno que otro comentario estéril, el sedentarismo y
reposo motriz del cual el cuerpo y la mente están sujetos
imposibilitan totalmente la acción y problematización de los
acontecimientos complejos que suceden en nuestro momento social
actual. Si la lógica de vigilancia actual es a través del famoso
"The Whole world is waching" hay que dejar de mirar un poco
y empezar a actuar, ya que la atrofia motriz de la que somos sujetos
es uno de los principales problemas que debemos combatir. Sólo tal
vez así pasemos de la concientización a la problematización y de
ahí a la acción.
* Aquí sustituyo la palabra fotografías del original por la de imágenes.
1. Sontag Susan, Ante el dolor de los demás, Santillana Ediciones Generales, 2004, p.39.
2. Ibid. p. 14
3. Soy cámara. El programa del CCCB Violencia en: http://www.rtve.es/alacarta/videos/soy-camara/soy-camara-programa-del-cccb-violencia/936555/








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